Recuerdo que,
una mañana de algún mes del año 1985, mi madre me llevó a un edificio en el
cual hoy alberga oficinas del Servicio Andaluz de Salud, para ponerme una
vacuna. Días antes, había pasado por mi
colegio un ATS para administrárnosla, pero yo no había ido a clase por lo que
mi madre tuvo que llevarme. Un pinchazo,
unas gotitas y todo listo.
Bastantes años
después, así como 20, fui capaz de ver cómo con el leve dolor de ese pinchazo,
se habían evitado males peores; aquella vacuna que en los tiempos
de la EGB nos ponían sólo a las niñas en 6º y que ahora se administra en
Andalucía a los doce meses y a los tres años a niños y niñas como parte de la Triple Vírica, evitó que yo
hubiera podido contraer la mencionada enfermedad durante el periodo de
gestación con las consecuencias funestas que mi bebé, hoy un niño fuerte y sano
de nueve años, podría haber sufrido.
Jamás me he
planteado hasta qué punto la administración de las vacunas a los pequeños
es perjudicial para ellos ni tampoco si
es un negocio para las farmacéuticas. Mi madre me llevó puntualmente al Centro
de Salud a administrarme mis vacunas y yo lo estoy haciendo con mis hijos
porque considero que es lo mejor para ellos, para su salud y su bienestar
futuro.
En estos días
la prensa, radio y televisión nos viene informando de que Pau, un niño catalán
de seis años, se encuentra ingresado en el Hospital Vall d´Hebrón en la UCI
(ni más ni menos que en una UCI; sólo los que hemos tenido un hijo o una hija
en dicha Unidad sabemos lo qué es eso) aquejado de algo que ya no se recordaba
casi lo que era: Difteria. Nos cuentan
también que tres de sus órganos vitales funcionan a través de máquinas, y que
sus padres, convencidos de no vacunar a sus hijos por grupos opuestos a la
inmunización, se encuentran por una parte angustiados y por otra se sienten
culpables. Los entiendo aunque no
comparto la base de su culpabilidad. Ya
han decidido vacunar a su otra hija; harán bien, desde mi punto de vista.
En los últimos
tiempos observo que se están poniendo muy de moda los grupos en defensa de
estilos de vida para todo, bien sea para crianza, alimentación o como en este
caso, en contra de la vacunación; cada uno con sus argumentos, muy respetables, pero quiero
creer que la virtud está siempre en el término medio y que igual que sus
miembros son libres para decidir, lo somos el resto, pero si algo caracteriza a
estos grupos es que si no eres de su opinión, no terminas de ser bien
recibido o aceptado (ocurre algo parecido con los grupos de lactancia, pero de
ello no voy a opinar puesto que ese periodo yo ya lo terminé por determinación
propia). Intento huir de ellos por lo dicho, y en bastantes ocasiones prefiero dejarme llevar por la lógica y hasta
ahora me ha ido bien por lo que voy a seguir sin escuchar a los extremos y
haciendo lo que dicta mi conciencia. Y
ella me dice que lo mejor es no exponer a mis hijos a cualquier peligro, aunque
me doy cuenta de que el término “peligro” es poco conciso, porque creo que
todas las madres queremos los mismo para nuestros hijos e hijas…pero no todas
los vacunan.
En estos días,
dada mi necesidad de opinar y de hacerlo con conocimiento de causa, me he dedicado a leer y a informarme sobre en
que se basan estos grupos para convencer de la negatividad de vacunar; son
varios los argumentos que exponen, como por ejemplo:
-Parece que en un momento dado se
difundió que, a raíz del estudio de un doctor británico, la Triple Vírica tiene
como efecto secundario el causar autismo en los niños. Posteriormente se demostró que fue una
especie de montaje y no hay evidencia dicha asociación. También se las ha querido relacionar con
muerte súbita y alergias. Los estudios
demuestran, por una parte, que no existe relación probada entre vacunas y
alergias (más bien se deben a otros agentes externos) y que la única relación
que pudieran tener con la muerte súbita es el hecho de la coincidencia en el
tiempo de este fenómeno con las primeras administraciones vacunales.
- “No hay ningún problema en no
vacunar a mi hijo, los de los demás ya lo están por lo que no se va a contagiar
de algo que no existe”; me parece una postura bastante egoísta y luego, si por
casualidad la enfermedad aparece, difícilmente el paciente va a ser el niño de
“los otros”, de los vacunados; pero en este momento hay ocho niños portadores
de la bacteria de la enfermedad que no la desarrollan por tener su inmunización
debidamente administrada, pero que serían capaces de transmitirla.
-“Es una maniobra de las
multinacionales para ganar dinero”. Si
bien el calendario de vacunas no es completo y es cada Comunidad Autónoma la
que decide cuáles aplicar, y en determinados casos somos los padres los que
tenemos que comprar las dosis, como es el caso de Prevenar 13 en Andalucía, existe una serie de países con un calendario similar al nuestro, Unicef lo demuestra en un
estudio llamado “ Immunization summary”.
Países como Cuba o la República islámica de Irán, los cuales dudo mucho
que estén al servicio de los laboratorios farmacéuticos.
- “Los bebés son demasiado
pequeños para vacunarlos”; cuando llega al mundo un bebé, ya lo hace cargado de
millones de microbios, añadirle unos pocos más y en este caso muertos no les va
a perjudicar. Cada vacuna está creada
para su momento oportuno.
- “Es malo poner muchas vacunas
juntas”: La elaboración de vacunas se basa en estudios rigurosos, en los que se
demuestran que juntas son iguales de eficaces que por separado y con ello
además le estamos ahorrando al niño varios pinchazos.
Hay unos
cuantos argumentos más en contra de la vacunación de los niños y niñas, pero yo
personalmente no me la juego. Yo aún
tuve que pasar por alguna de esas enfermedades que, gracias al calendario de
vacunación, mis hijos no tendrán que padecer, enfermedades que, si bien no
siempre son graves, pueden dejar ciertas secuelas y además son molestas (aún
recuerdo una Semana Santa en casa con las paperas…pero mi hijo no ha tenido ni
tendrá parotiditis porque tiene sus dos dosis de triple vírica, y mi hija
tendrá la primera de aquí a medio año).
Incluso en el caso de mis hijos hay diferencias; con siete meses mi hijo
estuvo hospitalizado a causa de una gastroenteritis aguda, justo cuando
empezaba a comercializarse la vacuna del rotavirus. Sin embargo, mi hija, vacunada con RotaTeq, a
sus dos años y medio no ha sufrido episodio alguno ni tampoco efectos
secundarios a la vacuna así que, en mi modesta opinión, pienso seguir el
calendario por el bien de mis hijos.
No hay por qué
obligar a todo el mundo pero hay que ser responsables y, a raíz del caso del
pequeño Pau, empezar a pensar más en que los extremos, y más en cuanto a la
salud de nuestros niños se refiere, nunca son buenos.
Otro tema es
el de la diferencia de los calendarios entre Comunidades Autónomas y la no
financiación de ciertas vacunas, pero ese es otro asunto y de tratarlo, la
entrada sería demasiado extensa; mejor dejarlo hoy aquí.
¡Un saludo
para todos mis lectores y lectoras!
Totalmente de acuerdo contigo,Ely.excelente artículo, y bien documentado!!
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