Como bien saben mis lectores y lectoras, soy usuaria de las redes sociales, principalmente de Facebook, lugar en el que abundan grupos de toda temática, más o menos interesantes. Algunos de los que frecuento están relacionados con la maternidad, en los que las madres nos hacemos consultas diversas, y debo reconocer que a veces me enervo (en alguna ocasión he abandonado algún grupo por cierta discrepancias o porque el origen del mismo se ha desvirtuado) y no lo puedo evitar.

Está claro que los bebés van atravesando etapas y alcanzando hitos del desarrollo; pero es un error grave, sobre todo de madre primeriza, el convertir el mismo en una carrera y sobre todo, en una comparación continua y en algunos casos creando ciertos agobios y tensiones; me viene a la cabeza una amiga con un niño de la edad del mío; en un determinado momento el suyo no decía palabra mientras que el mío era un pequeño orador; y ahora yo pregunto, con ocho años ¿hablan los dos? ¡por supuesto que sí!, y a la madre del niño aquel tiempo le parecía un suplicio ¡pero pasó!
Yo sólo hablo desde el punto de vista de madre y me gustaría que esas colegas de grupos pudieran entender que, igual que los adultos somos diferentes, ningún bebé es igual y que cada uno sigue su ritmo, que su desarrollo no puede convertirse en una competición y que incluso, los acontecimientos no se pueden acelerar (volviendo al artículo de Alicia Bayer anteriormente mencionado, no porque un niño sepa más va a ser más feliz). Queremos a veces que nuestro niño sea el más listo, el más guapo, el mejor deportista...nuestro niño tiene que ser el nuestro, tiene que ser feliz y buena persona, y todo llegará con el tiempo más tarde o más temprano.
Mi experiencia del último año, en el que desde otro punto de vista distinto al de la docente he podido acercarme a la Atención Temprana con mi hija (si en verdad hay problemas, la atención cuanto antes mejor...pero no nos inventemos cosas donde no las hay como les pasa a algunas de estas mamás), me lleva a hacer la siguiente reflexión: nunca podemos dejar de trabajar con nuestros hijos e hijas para que vayan consiguiendo esos hitos de los que hablábamos, pero mientras que se van logrando, lo que debemos ir haciendo es disfrutar del día a día de nuestros pequeños, seguir jugando con ellos, dedicarles todo el tiempo del que dispongamos para este menester (cuanto más mejor, pero preferible también la calidad de los momentos); en mi caso yo disfruto con las pequeñas cosas que en mi hija dan lugar a su carcajada porque sé que es feliz y los logros irán llegando en el momento oportuno-, y por supuesto que mi hija a los cuatro años sabrá cosas...pero jamás lo veré como una competición; por supuesto que procuraré que mi hija con cuatro años sea feliz, como ni hijo lo es a los ocho; lo demás ya irá viniendo; sin prisa, pero sin pausa.
Como siempre, gracias por compartir este ratito conmigo.
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