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REFLEXIONES TRAS UNA CONSULTA MÉDICA


REFLEXIÓN O DESAHOGO... Como ustedes prefieran.


La primera materia que se tendría que estudiar en la Facultad de Medicina...y en cualquier carrera, sólo que hoy la que me afecta es ésta...es la Empatía...por mucha Fisiología que se sepa, por mucho Vademécum que se haya aprendido de memoria, si uno no es capaz de tratar con cierto respeto (que no digo falta de educación) a los pacientes, no vamos bien.

Las madres de niños con algún tipo de discapacidad o necesidad especial nos vamos haciendo con el tiempo con una especie de coraza por medio de la cual las buenas noticias son las mejores, pero damos por sentado que va a haber negativas y las asumimos, aunque nunca nos rendimos; tal vez en un semáforo en el coche, tras salir de la consulta, se nos escape una lágrima, pero no, no nos venimos abajo (Una vez alguien me dijo "pues si a mí me dijeran que mi hijo tiene discapacidad me hundiría, no sé cómo puedes"...sencillamente, nunca lo haré, ¿por qué hacerlo? ¿Sirve de algo? No. Una vez que te ves en la situación tienes que asumirlo como una nueva realidad en tu vida, y lo que menos se merece un hijo es la sensación de tristeza o pesar de los padres).

Sabemos que nuestros niños probablemente no llegarán a "los estándares", pero estamos ahí para posibilitar que lleguen al máximo que puedan dar de sí mismos. Para ello contamos con ayuda multidisciplinar. Pero hay profesionales a los cuales les fallan mucho las formas, y precisamente trabajando con  colectivos como niños, ancianos y/o discapacitados, esto me resulta contradictorio.

Toda esta reflexión se basa en la experiencia vivida hoy, ya que pienso que cada paciente o acompañante se merece al menos una sonrisa, una palabra de aliento, un gesto de complicidad, más aún cuando el diagnóstico no es bueno.  Pero no, hoy tenía enfrente a una persona que, a pesar de tratar con niños, no conoce lo que es la delicadeza, o más bien no es capaz de expresar un gesto de ternura o simpatía hacia una niña de dos años que, por cierto, por mucho que la “molesten” , en consulta se porta de maravilla.  Mi pequeña se ve obligada a acudir a varios especialistas en revisiones semestrales o anuales, y siempre me paro a pensar en aquellos niños que van a consulta con más frecuencia o a más especialistas, dándome cuenta de que la situación podría haber sido peor.

Cuando yo acudo a un médico, tanto para mí o como para alguno de los míos lo primero que pido es que me escuche y que me atienda, preferiblemente con una sonrisa, así la consulta se hace más agradable.  No pretendo contarle mi vida, simplemente hablarle de los progresos que ha hecho mi pequeña a lo largo del último año.  A la profesional a la que hemos acudido hoy, le informo de dos cosas que son primordiales en el desarrollo visual de mi hija (un avance que puede haber sido a lo mejor, de un 5% en doce meses, pero eso para mí es un adelanto, no un estancamiento); sin embargo ella se dedica a buscar fechas, informes, etc. mientras que le hablo, cosa que me parece además de mala educación; si no me vas a atender no me preguntes.

Porque además, si algo nos caracteriza a este colectivo de madres al que pertenezco, es que somos lo que se podría decir, buscavidas en el sentido de que nos informamos de todas las posibilidades existentes para la rehabilitación de nuestros hijos e hijas y para la mejora de su calidad de vida; Siendo consciente de la visión incierta de mi hija, sin ninguna indicación médica,  (de hecho, posteriormente no gustó que esta entidad aconsejara la realización de determinadas pruebas a la niña) acudí a informarme a la ONCE sobre qué podía hacer con mi hija.  Y ese 5% que mi hija pueda haber avanzado (es, desde luego, una estimación personal) se debe a la labor del personal que allí trabaja con ella desde hace un año.  Ellos me han ayudado a saber que, a pesar de que con ciertas dificultades, mi hija ve, y son ellos los que le enseñan a aprovechar su potencial a base de juego, trabajo, actividades de estimulación, tareas para casa con el ordenador, etc.  Y cuando entre al colegio de Infantil en Septiembre contará, gracias a ellos con una maestra de apoyo visual dos veces a la semana.  Pero como os digo, ningún especialista me derivó a la ONCE.

Parte de estas actividades se las estaba contando a la especialista, la cual no me atendía porque así me lo demostró posteriormente.  Mientras la exploraba, en ningún momento estuvo presta a darme ninguna explicación, incapaz de pensar en que una madre quiera saber, sólo lo hizo al final (después de haber esperado dos horas para volver a entrar…vamos una vez al año pero la espera “desespera”).

Mi pequeña lleva (todo por indicación de los especialistas de la ONCE, que son los que la ven cada semana durante una hora, gafitas con cristal fotocromático, ya que la luz del sol le molesta y este cristal  que se oscurece le permite ver mejor en claridad.  Se lo comentaba al principio de la visita a la doctora.  Al final de la visita, y hablando del estrabismo, una de las cosas que me dice es que la niña debería usar cristales oscuros; de verdad que siento mucha rabia e impotencia cuando no se me atiende y más si es en relación a la salud de alguno de mis hijos.  Ese no fue su único error, contabilicé hasta tres, amén de que los informes que te entregan son un excelente trabajo de corta y pega llenos incluso de contradicciones entre juicios clínicos en los cuales, si se padece una cosa no se puede padecer otra, aunque estas aparezcan casi juntas. Un gran ejercicio de corta y pega.

Yo no soy médico ni me meto en el trabajo ajeno.  Es tan simple como que mi hija lleva un año afiliada a la ONCE, que es el trabajo de mucha gente que me informa, me asesora, me ayuda y sobre todo comparte mis emociones. Algo debo haber aprendido durante este año. Ya no es tanto el juicio clínico o el diagnóstico, es la manera de tratar a las personas, y lo decía al principio de la entrada, esa falta de empatía o  la incapacidad de ponerse en el lugar de quien tienes enfrente, y en esta ocasión me ha tocado con una médica; lo peor es que no es la única en su colectivo incapaz de ponerse en el lugar del paciente o de los familiares; pero también es cierto que siguen existiendo aquellos que anteponen la persona a la profesión y que tratan a los niños como a pequeños príncipes y princesas de las consultas, aquellos para los que los pequeños dejan de ser un número de historial o de orden, y son los profesionales con los que de verdad merece la pena tratar y sobre todo que traten a tus hijos.  A ellos, a los pasados y a los presentes, tengo mucho que agredecerles; es su trabajo y por ello le pagan, pero lo hacen con cariño y dedicación, Hipócrates habría sido un gran enemigo de la Administración actual en materia de sanidad, ¡estoy segura!

Y yo mientras sigo estimulando a mi hija; de alguna forma este colectivo de mamás nos convertimos en psicólogas, terapeutas ocupacionales, fisios, logopedas…pero yo no soy nada de eso; soy una mamá que disfruta jugando con su pequeña, provocándole la risa (yo creo que en mi casa se oyen al día más carcajadas que en la de cualquier niño que no tenga problemas de desarrollo), enseñándole luces, colores, formas, que ve de cerca y que ella irá asimilando al ritmo que hay que respetarle. 

Un beso para mis lectoras y lectores

Ely ( Señomamá y nieta de médico )

PD.  No olvidéis comprar vuestro cupón de la ONCE cuando salgáis hoy.  Es inimaginable lo que hay detrás de una gran labor hasta que no se tiene acceso a la misma.


Comentarios

  1. María Rosario Terribas21 de mayo de 2015, 17:14

    Ely, en esta sociedad sobra mucha prepotencia y falta mucha empatía, Sé por lo que pasas, pues mi sobrino tiene cataratas congénitas y a mi hijo le han detectado ojo vago a los quince años, simplemente lo han desahuciado, pero como tú dices, al final somos nosotras las que luchamos en contra de los noes. Muchos ánimos en el duro camino. Besos.

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